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miércoles, 27 de julio de 2011

Empezando a publicar el libro "atributos de Dios"

Amados hermanos en la fe en nuestro Señor Jesucristo, es hora de empezar a escalar el primer peldaño en la lectura de este maravilloso libro que recomendé leer en mi anterior publicación en mi blog.

Como yo se que algunos de ustedes no tienen este libro en su biblioteca me estoy tomando el tiempo de transcribir este libro para ir subiendo al blog capítulo por capítulo con la única intención de que ustedes hermanos en la fe sean grandemente edificados en su vida espiritual y crezcan en el conocimiento del Santo Dios de la Biblia. En esta publicación subiré el prólogo y el primer capítulo.

No se olviden de dejar sus comentarios al final de la publicación.

PRÓLOGO.

“Amístate ahora con él, y tendrás paz; y por ellos te vendrá bien” (Job. 22:21). “Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová” (Jeremías 9:23,24). El salvador conocimiento espiritual de Dios es la mayor de las necesidades de toda criatura humana.

El fundamento de todo conocimiento verdadero de Dios ha de ser la clara comprensión mental de sus perfecciones, tal como se revelan en la Sagrada Escritura. No se puede servir ni adorar a un Dios desconocido, ni depositar nuestra confianza en Él. En este breve libro me he esforzado en presentar algunas de las principales perfecciones del carácter Divino. Para que el lector se beneficie realmente de la lectura de las páginas que siguen, necesita pedir seria y determinadamente a Dios que las bendiga para su provecho, que aplique su verdad a la conciencia y al corazón, para que, de este modo, su vida sea transformada.

Necesitamos algo más que un conocimiento teórico de Dios. El alma sólo conoce verdaderamente a Dios cuando se rinde a Él; cuando se somete a su autoridad, y cuando sus preceptos y mandamientos regulan todos los detalles de la vida. “Y conoceremos, y proseguiremos en conocer a Jehová” (Oseas 6:3). “El que quisiere hacer su voluntad, conocerá” (Juan 7:17). “El pueblo que conoce a su Dios, se esforzará” (Daniel 11:32).

Las páginas que siguen aparecieron por primera vez en la revista mensual “Estudios de la Escritura”, publicada por el autor, la cual está dedicada enteramente al comentario de la Palabra de Dios, y a la provisión de alimento espiritual para las almas hambrientas. Estos artículos han sido reeditados en su presente forma gracias a la generosidad de un amigo cristiano que ha sufragado el coste total de su publicación. El producto de la venta de este libro será usado, D. M., para la publicación de otros de naturaleza similar. Que la bendición de Dios sea sobre el mismo.

LA SOLEDAD DE DIOS

El titulo de este articulo quizá no sea suficientemente explicito para indicar su tema. Ello es debido, en parte, al hecho de que muy pocas personas, hoy en día, están acostumbradas a meditar sobre las perfecciones personales de Dios. Relativamente, saben de la grandeza del carácter Divino, que inspira temor e incita a la adoración. Que Dios es grande en sabiduría, maravilloso en poder, y, sin embargo, lleno de misericordia, es tenido por muchos como algo casi del dominio público; pero tomar en consideración algo parecido a un conocimiento adecuado de su Ser, su Naturaleza, sus atributos, tal como se revelan en la Santa Escritura, en cosa que poquísimas personas han alcanzado en estos degenerados tiempos. Dios es único en su excelencia. “¿Quién como Tú, Jehová, entre los dioses? ¿Quién como Tú, magnifico en santidad, terrible en loores, hacedor de maravillas?” (Éxodo 15:11).

“En el principio, Dios” (Génesis 1:1). Hubo un tiempo, si “tiempo” puede llamársele, cuando Dios, en la unidad de su naturaleza (aunque existiendo igualmente en tres Personas divinas), habitada solo. “En el principio, Dios.” No había cielo, donde su gloria es manifestada particularmente ahora. No había tierra que ocupara su atención. No había ángeles que cantaran sus alabanzas, ni universo que se sostuviese por la palabra de su poder. No había nada ni nadie sino Dios; y esto, no durante un día, un año, o una época, sino “desde el siglo”. Durante una eternidad pasada, Dios estuvo solo: completo, suficiente, satisfecho en sí mismo, no necesitando nada. Si un universo, o ángeles, o seres humanos le hubiesen sido necesarios en alguna manera, hubiesen sido llamados a la existencia desde toda la eternidad. Nada añadieron esencialmente a Dios al ser creados. El no cambia (Malaquías 3:6), por lo que su gloria substancial no puede ser aumentada ni disminuida.

Dios no estaba bajo coacción, obligación, ni necesidad alguna de crear. El hecho de que quisiera hacerlo fue puramente un acto soberano de su parte, no producido por nada fuera de sí mismo; no determinado por nada sino por su propia buena voluntad, ya que Él “hace todas las cosas según el consejo de su voluntad” (Efesios 1:11). Que Él creara fue simplemente para su gloria manifestativa. ¿Cree alguno de nosotros lectores que hemos ido mas allá de lo que la Escritura nos autoriza? Entonces, nuestra apelación será a la Ley y al Testimonio: “Levantaos, bendecid a Jehová vuestro Dios desde el siglo hasta el siglo: y bendigan el nombre tuyo, glorioso y alto sobre toda bendición y alabanza” (Nehemías 9:5). Dios no sale ganando nada ni siquiera con nuestra adoración. El no necesitaba esa gloria externa de su gracia que procede de sus redimidos, porque es suficientemente glorioso en sí mismo sin ella. ¿Qué fue lo que le movió a predestinar a sus elegidos para la alabanza de la gloria de su gracia? Fue, como nos dice Efesios 1:5, “el puro afecto de su voluntad.”

Sabemos que el elevado terreno que estamos pisando es nuevo y extraño para casi todos nuestros lectores; por esta razón, haremos bien en movernos despacio. Recurramos de nuevo a las Escrituras. Al final de Romanos 11, donde el apóstol concluye su larga argumentación sobre la salvación por la pura y soberana gracia, pregunta: “Porque, ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero? ¿O quién le dio a Él primero, para que le sea pagado?” (Vs. 34,35). La importancia de esto es que es imposible someter al Todopoderoso a obligación alguna hacia la criatura; Dios no sale ganando nada con nosotros. “Si fueres justo, ¿qué le darás a Él? ¿O qué recibirá de tu mano? Al hombre como tú dañara tu impiedad, y al hijo del hombre aprovechará tu justicia” (Job 35:7,8), pero no puede, en verdad, afectar a Dios, quien es bendito en sí mismo. “Cuando hubieres hecho todo lo que os es mandado, decid: Siervos inútiles somos” (Lucas 17:10), nuestra obediencia no ha aprovechado en absoluto a Dios.

Es más, nuestro Señor Jesucristo no añadió nada al ser y a la gloria esenciales de Dios, ni por lo que hizo, ni por lo que sufrió. Es verdad, bendita y gloriosa verdad, que nos manifestó la gloria de Dios, pero no añadió nada a Dios. Él mismo lo declara explícitamente y sin apelación posible al decir: “Mi bien a ti no aprovecha” (Salmo 16:2). Todo este salmo es de Cristo. La bondad o justicia de Cristo aprovechó a sus santos en la tierra (Salmo 16:3), pero Dios estaba por encima y mas allá de todo ello, pues es “el Bendito” (Marcos 14:61).

Es absolutamente cierto que Dios es honrado y deshonrado por los hombres; no en su ser substancial, sino en su carácter oficial. Es igualmente cierto que Dios ha sido “glorificado” por la creación, la providencia y la redención. Esto no lo negamos, ni nos atrevemos a hacerlo. Pero todo ello tiene que ver con su gloria manifestativa, y nuestro reconocimiento de ella. Con todo, si Dios así lo hubiera deseado, habría podido continuar solo por toda la eternidad, sin dar a conocer su gloria a criatura alguna. El que lo hiciera así o no, fue determinado solamente por su propia voluntad. Él era perfectamente bendito en si mismo antes de que la primera criatura fuera llamada a la vida. Y, ¿qué son para Dios todas las obras de sus manos, incluso ahora? Dejemos otra vez que la Escritura conteste:

“He aquí que las naciones son reputadas como la gota de un acetre, y como el orín del peso; he aquí que hace desaparecer las islas como polvo. Ni el Líbano bastará para el fuego, ni todos sus animales para el sacrificio. Como nada son todas las gentes delante de Él; y en su comparación serán estimadas en menos que nada, y que lo que no es. ¿A qué pues haréis semejante a Dios, o qué imagen le compondréis?” (Isaías 40:15-18). Este es el Dios de la Escritura; sí, todavía es “el Dios no conocido” (Hechos 17:23) para las multitudes descuidadas. “Él está asentado sobre el globo de la tierra, cuyos moradores son como langostas; Él extiende los cielos como una cortina, tiéndelos como una tienda para morar; Él torna en nada los poderosos, y a los que gobiernan la tierra hace como cosa vana” (Isaías 40:22,23). ¡Cuán infinitamente distinto es el Dios de la Escritura del “dios” del púlpito corriente!

El testimonio del Nuevo Testamento no difiere en nada del que hallamos en el Antiguo: no podría ser de otro modo, teniendo ambos el mismo Autor. También ahí leemos: “La cual a su tiempo mostrara el Bienaventurado y solo Poderoso, Rey de reyes, y Señor de señores; quien solo tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver; al cual sea la honra y el imperio sempiterno. Amén” (1ra. Timoteo 6:15,16). Él está solo en su majestad, es único en su excelencia, incomparable en sus perfecciones. Él lo sostiene todo, pero, en sí mismo, es independiente de todo. Él da a todos, pero no es enriquecido por nadie.

Un Dios tal no puede ser conocido mediante la investigación; Él solo puede ser conocido tal como el Espíritu Santo lo revela al corazón, por medio de la Palabra. Es verdad que la creación revela un Creador, y que los hombres son totalmente “inexcusables”; “He aquí, éstas son partes de sus caminos; ¡mas cuan poco hemos oído de Él! Porque el estruendo de sus fortalezas, ¿quién lo detendrá?” (26:14). Creemos que el llamado argumento según designio, usado por algunos “apologistas” sinceros, ha producido muchos más daño que beneficio, ya que ha intentado bajar al gran Dios al nivel de la comprensión finita, y de este modo ha perdido de vista su excelencia única.

Se ha trazado una analogía con el salvaje que encuentra un reloj en la selva, quien, después de un examen detenido, deduce que existe un relojero. Hasta aquí está muy bien. Pero intentemos ir más lejos: supongamos que el salvaje trata de formarse una concepción de ese relojero, sus afectos personales y maneras; su disposición, conocimientos y carácter moral; todo lo que, en conjunto, forma una personalidad. ¿Podría nunca pensar o imaginar un hombre real –el hombre que hizo el reloj—y decir: “Yo le conozco?” Tal pregunta parece fútil pero, ¿está el Dios eterno e infinito mucho más al alcance de la razón humana? Ciertamente, no. El Dios de la Escritura puede ser conocido solamente por aquellos a los cuales Él mismo se da a conocer.

Tampoco el intelecto puede conocer a Dios. “Dios es Espíritu” (Juan 4:24), y, por lo tanto, sólo puede ser conocido espiritualmente. El hombre caído no es espiritual, sino carnal. Esta muerto a todo lo que es espiritual. a menos que nazca de nuevo, que sea llevado sobrenaturalmente de la muerte a la vida, milagrosamente trasladado de las tinieblas a la luz, no puede siquiera ver las cosas de Dios (Juan 3:3), y mucho menos entenderlas (I Corintios 2:14). El Espíritu Santo ha de resplandecer en nuestros corazones (no en el intelecto) para darnos “el conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo” (II Corintios 4:6). E incluso el conocimiento espiritual es solamente fragmentario. El alma regenerada ha de crecer en la gracia y conocimiento de nuestro Señor Jesucristo (II Pedro 3:18).

La oración y propósito principales de los cristianos han de ser el “andar como es digno del Señor, agrandándole en todo, fructicando en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios” (Colosenses 1:10).

Que el Señor Dios Todopoderoso añada entendimiento y sabiduría a los lectores que pasan por este blog. Hasta la próxima Dios mediante. SOLO A DIOS LA GLORIA.

miércoles, 13 de julio de 2011

Conociendo los atributos de Dios

Amados hermanos en la fe en Cristo, un cordial saludo a todos los que visitan mi blog, Dios quiera que en su gracia y misericordia estas publicaciones aquí en este espacio web sean para su edificación en su vida espiritual. Estoy volviendo otra vez para actualizar mi blog, pues estos días atrás Dios me mantuvo muy ocupado preparando algunos materiales para la iglesia donde actualmente me congrego. Es por esa razón que no pude publicar nada en el blog. No piensen que por todo lo que pasó o por todo lo que dije sería causa de abandonar el blog o emprender la huida sin mirar para atrás. Pues al contrario me siento muy animado y fortalecido en el Señor, pues Él ha sido fiel conmigo y también muchos hermanos me manifestaron su apoyo, incluso personas que hacía muchos años que no sabía nada de ellos, pero a través de estos medios donde la información da vuelta al mundo rápidamente pude tener contacto con ellos y me manifiestan que las publicaciones tanto en la red social Facebook y en el blog son de mucha ayuda para ellos.

Esta vez quiero publicar algo que para muchos de nosotros es y ha sido desconocido, es el caso del estudio de la “teología propia”. ¿Ha oído usted hablar de la teología propia? ¿Debe acaso esto ser solo de conocimiento de aquellos que pasaron por las aulas de un seminario teológico?, pues, pienso que no. Si bien el término “teología propia” es común en el lenguaje de los seminaristas al menos considero que a los cristianos como yo, que nunca han pisado un aula de un seminario al menos deberíamos saber lo que significa este término. ¿Pero qué es “teología propia”?. Teología propia es la teología que se encarga únicamente del estudio de las tres personas de la Deidad: El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. En resumen se puede decir que es el estudio de Dios. El estudiar los atributos de Dios ha sido para mí de un impacto enorme que me ha llevado a humillarme ante el Dios Todopoderoso y entregarme a su voluntad cada día más y más.

Es de vital importancia para el cristiano el conocer a su Dios tal como Él es revelado en la Santa Biblia, es por eso que en esta y las próximas publicaciones estaré subiendo algunos capítulos del libro “los atributos de Dios” escrito por Arthur Pink, en este libro el autor desarrolla un estudio serio de los atributos de Dios.

Ahora permítanme compartir con ustedes un pequeño comentario al respecto escrito por un blog amigo a quien doy el crédito por su artículo. Fuente http://idanielth.wordpress.com/2009/02/21/el-por-que-de-los-atributos-de-dios/

Uno de los predicadores más destacados y admirados de nuestra época, Paul Washer, ha dicho que una de las grandes fallas de la Iglesia en este siglo es el haber abandonado la doctrina bíblica, y eso muchos lo sabemos y clamamos por una Reforma. Uno de los tantos puntos en los cuales cojea la Iglesia es en la teología propia, es decir, los atributos, perfecciones y el ser de Dios.

La apostasía de la Iglesia se debe a una ignorancia acerca de quién es Dios y de su voluntad; así como el pueblo de Israel hizo un becerro de oro, desconociendo la ira de Dios para con la idolatría, así la Iglesia evangélica hace becerros de oro, inventa doctrinas que no son bíblicas y va en el mundo errante a causa de su ignorancia. Muchos creyentes han sido engañados por charlatanes que enseñan que la teología no sirve para nada, charlatanes indoctos que tuercen la Escritura para su propia perdición, porque, como no tienen la capacidad espiritual de estudiar su Biblia, como no son hijos necesitados de conocer al Padre, se inventan cualquier barbaridad para tapar sus fechorías. Charlatanes ignorantes que son capaces hasta de burlarse de aquellos que Dios ha puesto como maestros, de burlarse y tirar a la basura las doctrinas básicas de la Iglesia a través de los siglos. Milagreros que emboban a la gente con sus pequeños trucos, pero que en nada aprovechan. La gente ya no estudia los atributos de Dios revelados en la Escritura, antes bien, bebe los libros de Castellanos y Hinn, llenos de herejías y estupideces, dignas de la Iglesia de Roma, son las nuevas indulgencias, las nuevas formas de comprar a Dios y de hacerle un esclavo del hombre.

Si, la iglesia evangélica es culpable de todos los cargos, y solo regresando a las doctrinas de antaño, arrepintiéndose de su pecado, podrá ser luz y sal de la tierra. Sólo escuchando a sus antiguos maestros, estudiando la Escritura y bajo la guía del Espíritu podrá regresar a su origen. Muchos han dicho que la doctrina no sirve para nada, que no es más que conocimiento vano; ¡mentira!, la doctrina, la enseñanza de Dios revelada en la Escritura es y será el alma de la Iglesia, el alimento del creyente. “Yo no quiero doctrina, quiero a Jesús”, rezan algunos; bien, diremos que esas personas siguen inventándose a un dios falso, que se revela a través de no se qué cosas; porque el Dios de la Biblia, el Jesús de la Biblia se revela a través del estudio correcto de la Escritura, él mismo es el Logos, el discurso, el Verbo y la doctrina del Padre, que tiene que ser conocida para obtener la vida eterna.

Arthur W. Pink, en el transcurso de su vida, escribió y escribió para la defensa de las benditas doctrinas reveladas en la Escritura. Pink vivió en una época en la cual lo que vemos hoy en la iglesia protestante comenzaba a esparcirse por todos lados. Personas un poco entusiastas comenzaban a maltratar las Escrituras, a violentarlas, el Dispensacionalismo estaba surgiendo, le neo-ortodoxia hacia lo suyo, entre otras cosas. Asuntos que ahora muchos vemos como tolerables, pero que para Pink eran una afrenta a la sana doctrina. Ya el púlpito de la Iglesia protestante estaba predicando a un dios no conocido, al grado que Pink, después de citar Isaías 40, pudo decir: “¡Cuán infinitamente distinto es el Dios de la Escritura del “dios” del púlpito corriente!”

No sé si alguien se atreva a escribir un libro acerca de los atributos de Dios en estos días, pero con este de Pink nos damos por bien servidos. La manera en que nos lleva por toda la Escritura para mostrarnos el amor, la misericordia, la justicia y la ira de Dios, entre otras cosas, es digna de mencionar, de revisar, de estudiar. Es necesario que conozcamos todos y cada uno de los atributos de Dios, y este libro es un esfuerzo para que esto se haga posible, no va más allá de lo que la Escritura dice, sino que con temor y temblor, Pink, trata de presentar al Dios que se revela en la Biblia, para bendición de sus lectores.

Estamos clamando por una reforma y como lo dije antes, solo escuchando a los maestros de antaño, con ferviente oración y estudio de la Escritura bajo la guía del Espíritu podrá lograrse. No existen otros medios, y ningunos otros son efectivos.

Publico entonces, este libro para que, aquellos que estén un poco cansados de leche y necesiten ya alimento mayor para su crecimiento, en vez de acudir al alimento envenenado de Hinn, Witt, Luna o Castellanos, acudan al alimento de los antiguos, a aquellos escritos que son bíblicos de pies a cabeza.

Ahora bien, ¿de qué trata este libro? Pues precisamente el libro trata de los atributos de Dios, atributos estos que muchos de nosotros poco y nada conocemos o nos hemos quedado en la superficie de conocer verdaderamente al Dios de la Biblia.

Aquí transcribo el índice de este libro.

LA SOLEDAD DE DIOS

LOS DECRETOS DE DIOS

LA OMNISCIENCIA DE DIOS

LA PRESCIENCIA DE DIOS

LA SUPREMACÍA DE DIOS

LA SOBERANIA DE DIOS

LA INMUTABILIDAD DE DIOS

LA SANTIDAD DE DIOS

EL PODER DE DIOS

LA FIDELIDAD DE DIOS

LA BONDAD DE DIOS

LA PACIENCIA DE DIOS

LA GRACIA DE DIOS

LA MISERICORDIA DE DIOS

EL AMOR DE DIOS

LA IRA DE DIOS

MEDITANDO SOBRE DIOS

El estudio de cada uno de estos atributos de Dios, deben ser un festín para el verdadero cristiano que ha entendido la magnitud del amor con que Dios nos amó y nos ama.

En la próxima publicación empezaré con el primer punto, “La soledad de Dios”. Si alguno de usted quisiera el libro pueden encontrarlo en algún lugar por la web, o caso contrario comuníquese conmigo por correo y yo se los puede regalar, pues lo que de gracia se recibe hay que darlo de gracias. Esto lo digo porque el otro día que visité una librería cristiana muy conocida y no tenían ni conocían este libro, así que es muy remota la posibilidad de que puedan encontrar este libro al menos en esta ciudad.

Eso será todo por ahora y que Dios les bendiga ricamente.